sábado, 28 de septiembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto."»

Palabra del Señor


Para superar el abismo


La primera y la segunda lectura presentan respectivamente dos géneros de vida diametralmente opuestos. El primero de ellos, denunciado por el profeta Amós, bien podría ser calificado de un “consumismo avant la lettre”. Completamente centrado en el disfrute personal y sin medida, su pecado más grave no consiste, en realidad, en ese mismo disfrute, sino sobre todo en el olvido y el desprecio hacia la suerte de los que sufren. Es una suerte que reclama la atención y la ayuda de los que tienen los medios para aliviarla en todo o en parte, pero que deciden que el sufrimiento ajeno no va con ellos (aunque es más queprobable que la excesiva riqueza de estos sea la causa directa de la excesiva pobreza de aquellos). Por eso, advierte el profeta, los que así actúan acabarán padeciendo una suerte similar a la de los que han despreciado. Y es que las riquezas de este mundo son efímeras, y quien se entrega a ellas como a un absoluto está labrando su propia perdición. El segundo género de vida es diametralmente opuesto: Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a comportarse como un “hombre de Dios”, y enumera las cualidades que deben adornarlo: justicia, piedad, fe, amor, paciencia, delicadeza. No hay que ver aquí una sucesión jerárquica. Son cualidades propias de quien no vive en la disolución, sino en la tensión de un combate, el combate de la fe, que significa el testimonio de vida de quien cree en Jesucristo. Jesucristo es el camino que nos lleva a una vida plena, a una vida de total comunión con Dios y con los hermanos. Pero esa comunión empieza ya en esta vida: quien cree en Jesucristo no puede estar ocioso ni ocuparse sólo de su propia satisfacción, física o espiritual: ha de ser alguien que se dedica a tender puentes de comunión, y que, en consecuencia, se duele “del desastre de José”, esto es, que no permanece impasible ante el sufrimiento de los demás y trata de superar los abismos que separan a los seres humanos y que son la causa de esos sufrimientos.

El rico Epulón, que banqueteaba espléndidamente cada día, es la figura que en la parábola de Jesús encarna a los disolutos de Amós. Como ya se ha dicho, su mayor pecado no es la gula (o la lujuria que iría muy posiblemente aparejada), sino su insensibilidad, su ceguera para ver la necesidad del que, a la puerta de su casa, ansiaba saciarse con las migas de su mesa, pero que no fue objeto de su compasión, y fue tratado peor que los perros que merodeaban por allí. Frecuentemente la gula, la lujuria, el egoísmo, el exceso de sensaciones referidas a uno mismo, ciegan para percibir las necesidades de los otros: su hambre y sed, su desnudez y enfermedad, su falta de afecto y autoestima.

La situación descrita es clara y sencilla. No es Dios el responsable del hambre y los sufrimientos del pobre Lázaro. Los abismos que median entre ricos y pobres, entre víctimas y verdugos, entre poderosos y débiles, no están escritos en las estrellas, ni son el producto de un destino inevitable, ni son, por tanto, insuperables. Los hemos creado nosotros. Y podemos y debemos superarlos nosotros y, precisamente, en esta vida, en este mundo, en este tiempo en que vivimos. Después ya será demasiado tarde. No hay aquí absolutamente nada de justificación de la injusticia en nombre de una futura recompensa en el más allá. Al contrario, percibimos aquí toda la seriedad de la denuncia contra toda forma de injusticia, y de la llamada a tomar medidas reparadoras en esta vida, pues después será demasiado tarde. 

Precisamente porque la vida es una cosa seria, no hay que tomársela a broma, ni podemos pasarla banqueteando (o, más probablemente, trabajando sólo para poder banquetear). Esta vida limitada en el espacio y el tiempo es el tiempo de nuestra responsabilidad, en el que decidimos nuestro destino, nuestro “tipo” (el del disoluto, o el del hombre de Dios) y, en cierta medida, la fortuna de los que están cerca de nosotros. Lo que hagamos en este tiempo y espacio que Dios nos ha cedido por completo quedará así para siempre. Esos abismos que hemos de superar construyendo puentes de justicia, misericordia, ayuda y compasión, se harán insuperables una vez concluido nuestro periplo vital. Insisto, la vida es cosa seria. Hay cosas con las que no se debe jugar. La verdadera fe religiosa es una llamada a esa seriedad de la vida, a la libertad responsable, al testimonio de fe, con el que vamos construyendo ese camino que nos vincula con los demás y nos conduce a la vida eterna, a la vida plena.

Pero, ¿no es esta responsabilidad excesiva para nuestras pobres espaldas? Pues somos débiles y limitados en el conocimiento y en la voluntad. ¿No es demasiado para nosotros exigirnos que decidamos nuestro destino definitivo en los avatares cambiantes de la historia?

En realidad, Dios no nos ha dejado solos. En nuestra conciencia y también en la Revelación encontramos múltiples indicadores que nos ayudan a tomar la decisión correcta, el modo de superar los abismos, de encontrar el camino que nos lleva “la casa del Padre”. Es cierto que hay situaciones conflictivas y difíciles en las que no es tan sencillo acertar con la solución correcta. Pero nadie nos pide imposibles. Si tenemos buena voluntad, lo importante es que tratemos de hacer las cosas lo mejor que podamos. Además, estamos en proceso y también se puede aprender de los errores. No se nos pide ser perfectos, sino adoptar una orientación fundamental que deseche la de la primera lectura y adopte la de la segunda.

Pero podría objetarse, ¿por qué Dios no nos da esas indicaciones de modo más claro y explícito, por medio de signos maravillosos que obliguen nuestro asentimiento? Eso es lo que significa “que resuciten los muertos”: un “milagrón” al que no podamos oponer la menor duda. Se podría replicar que si Dios nos hablara así, nos avasallaría con su fuerza y podríamos sentir que el espacio de nuestra libertad quedaba indebidamente invadido. Su palabra no sería un diálogo respetuoso con el espacio de nuestra libertad, ni daría oportunidad a una respuesta basada en la fe, es decir, en la confianza. Ahí, claro, está el riesgo de nuestro posible “no” a su oferta. Pero ese riesgo es inherente al respeto de la libertad. Además, el “milagrón” no tendría efecto, pues lo importante aquí es un corazón bien dispuesto. Eso es lo que quiere decir Jesús con eso de que “si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. Los que se dedican a banquetear, a vivir en la superficialidad, a ocuparse sólo de sí mismos, no suelen estar para milagros de ningún género: si no ven al pobre tirado en su puerta, menos van a ver a un muerto resucitado.

Para ver a uno y a otro hacen falta otras actitudes, precisamente las que enumera Pablo en su carta a Timoteo: voluntad de justicia, piedad (para con Dios y para con los hombres), fe y amor, también esas virtudes menores pero tan necesarias en la vida, que aquí se resumen en la delicadeza. Sólo así se clarifica nuestra mirada para ver al pobre que sufre y al muerto que resucita: uno y otro son Jesucristo, que sufre en los pobres y con-padece con todos los que padecen (y, ¿quién no padece de un modo u otro?), y que por ese sufrimiento llegó al extremo de la muerte, cancelando así todos los abismos y conquistando para nosotros la vida eterna.

A la luz de la parábola que Jesús nos ha contado hoy, podemos volver ahora a las dos primeras lecturas para examinar a qué género de vida se asemeja más la nuestra, y para tomar decisiones que nos ayuden a superar abismos en vez de a crearlos y ahondarlos. La voz de la ley y los profetas que nos ayuda en esta tarea es la voz de la Iglesia, por medio de la cual nos está hablando cada día el mismo Dios.

Escuchémoslo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

EVANGELIO 
Lc 16, 1-13

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Jesús decía a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto". El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!". Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?". "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez". Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?". "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos". Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

Palabra del Señor.

Comentario

Jesús decía a sus discípulos: El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.

sábado, 14 de septiembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

EVANGELIO 
Lc 15, 1-32      
O bien más breve: Lc 15, 1-10

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

/Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido'. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: 'Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido'. Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte"./ Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. Él le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

Palabra del Señor.

Comentario

El padre de la parábola vio llegar a su hijo y se conmovió. La expresión literal es "se conmocionó hasta las entrañas". Ya Zacarías, el padre de Juan Bautista, había hablado de "las entrañas de misericordia de nuestro Dios" (Lc 1, 78). Así es la misericordia de Dios, honda y visceral. En las parábolas, Jesús nos transmite su experiencia del amor de Dios. Como Moisés, Jesús sabe que Dios se deja conmover, que podemos tocarlo en su fibra más íntima, que podemos estremecerlo hasta las entrañas, cuando con sencillez nos presentamos delante de él.

sábado, 7 de septiembre de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

EVANGELIO: 
Lc 14, 25-33

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar". ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo".
Palabra del Señor.
Comentario

Jesús pone dos ejemplos, dos pequeñas parábolas, acerca de la sabiduría necesaria para llevar adelante una obra. En ambos casos, habla de cálculos y previsiones. Y todo eso para hacernos meditar sobre la gran obra de nuestra vida, que es seguirlo a él. Este seguimiento implica la sabiduría de valorar las cosas y las personas en su justa dimensión. El desprendimiento, el desapego y el no acaparar son las actitudes indispensables para seguir a Jesús, libres de ataduras.

martes, 3 de septiembre de 2013

Jornada de ayuno y oración por Siria: "No teman dar a sus hijos un almuerzo austero"



ROMA, 03 Sep. 13 / 01:15 pm (ACI/EWTN Noticias).- El Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Mons. Vincenzo Paglia, invitó a las familias, padres, hijos, y abuelos, a unirse en familia el próximo 7 de septiembre a la jornada de ayuno y oración que el Papa Francisco convocó para pedir la paz en Siria, Medio Oriente y el mundo.

"Queridos padres, no tengan miedo de proponer a vuestros hijos un almuerzo austero y mínimo, será la ocasión para explicarles lo que está ocurriendo en el mundo y como estos hechos terribles no pueden dejarnos indiferentes. Los invito a acoger la propuesta del Papa y a vivir también en casa el gesto del ayuno y la oración", animó Mons. Paglia el 3 de septiembre según informó el diario de la Santa Sede, L’Osservatore Romano.

Las continuas noticias que llegan de Siria sobre un posible ataque de la comunidad internacional a este país en guerra "interpelan al corazón, a nuestra inteligencia, y a nuestra fe", y es necesario que esta jornada de ayuno y oración, "sea acogida con gran seriedad y el compromiso de todos", añadió.

"No olviden invitar a los abuelos y a los ancianos a este almuerzo hecho con poca comida y muchas palabras, si alguno de ellos experimentó tiempos de guerra, podrá explicar qué significó vivir bajo las bombas y en la incerteza del mañana y cuál era el sentido de sus oraciones en aquellos días".

"Y vosotros jóvenes, no se lamenten si el sábado no hay grandes platos sobre la mesa, sino den gracias a vuestros padres por lo que les proponen, es más, exíjanles una explicación y los motivos por los que vale la pena continuar y habitar esta tierra marcada demasiado a menudo, por lutos y violencia", invitó.

Junto a la dureza de las noticias, Mons. Paglia animó a no olvidar comunicar la esperanza de la paz ofrecida por Jesús resucitado, que reconcilió al mundo con gestos donándose a sí mismo, en lugar de usar gestos violentos y vengativos.

"¡Recen unidos en la mesa, oren! Por las familias de Siria, por los niños que mueren cada día, por el odio y el hambre, por los gobernantes llamados a encontrar las soluciones de paz y no violencia", exhortó.

Por último el Arzobispo Paglia invitó a recitar junto a la familia un salmo, leer una página del Evangelio, rezar una decena del Rosario, hacer una oración libre en voz alta, o hacer un sencillo canto, o cualquier acto que más les sea adapto para interceder, "y meterse en medio del misterio del mal que marca nuestra historia y el Dios de la paz que la sana y la salva", concluyó.

El pasado 1 de septiembre el Papa Francisco invitó a todos los cristianos, los miembros de otras religiones y hombres de buena voluntad a sumarse a esta petición, y anunció que ese mismo día, de 7 p.m. a 11 p.m., celebrará en la Basílica de San Pedro, una vigilia de oración para pedir la paz definitiva en el país árabe.