¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 31 Julio 2011
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario A. Santo(s) del día : San Ignacio de Loyola, San Fabio, África.
Evangelio según San Mateo 14,13-21.
Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: "Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos". Pero Jesús les dijo: "No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos". Ellos respondieron: "Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados". "Tráiganmelos aquí", les dijo.Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud.Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por : Papa Benedicto XVI
Sacramentum caritatis, 88
"Dadles vosotros de comer"
"El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo" (Jn 6,51). Con estas palabras el Señor revela el verdadero significado del don de su propia vida por todos los hombres, mostrándonos así la profunda compasión que siente hacia toda persona. En efecto, de muchas maneras y en diversos pasajes, los evangelios nos narran los sentimientos de Jesús hacia los hombres, particularmente hacia las personas que sufren y hacia los pecadores. A través de un profundo sentimiento humano, expresa la intención salvífica de Dios para toda persona humana con el fin de que alcance la verdadera vida.
Toda celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don que Jesús ha hecho de su propia vida en la cruz, por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la eucaristía, Jesús hace de nosotros los testigos de la compasión de Dios por cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es alrededor del misterio eucarístico que nace el servicio de la caridad hacia el prójimo, el cual "consiste precisamente en el hecho de que yo amo también, en Dios y con Dios, a la persona que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco." Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, encuentro que llega a ser comunión de voluntad hasta llegar a tocar al sentimiento. Es entonces que aprendo a mirar a esta otra persona no sólo con mis ojos y mis sentimientos, sino según la mirada de Jesucristo». De esta manera reconozco, en las personas a las que me acerco, unos hermanos y hermanas por quienes el Señor ha dado su vida amándolos "hasta el extremo" (Jn 13, 1).
Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la eucaristía, deben hacerse cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos, y que la eucaristía urge a toda persona que cree en él a hacerse "pan partido" por los demás y, por tanto, a comprometerse por un mundo más justo y más fraterno. Reflexionando en la multiplicación de los panes y los peces, debemos reconocer que, todavía hoy, Cristo continua exhortando a sus discípulos a comprometerse personalmente: "Dadles vosotros de comer". La vocación de cada uno de nosotros consiste realmente en ser, con Jesús, pan partido para la vida del mundo.
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