domingo, 3 de febrero de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


domingo 03 Febrero 2013

Cuarto Domingo del tiempo ordinario
Santo(s) del día : San Blás Sebaste, San Oscar

Evangelio según San Lucas 4,21-30.

Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". 
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". 
Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. 
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. 
Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". 
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron 
y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. 
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino. 


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios. 

Leer el comentario del Evangelio por : San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia 
Sermón Delbeau 61, 14-18 

“Pasando en medio de ellos, seguía su camino”

Un médico vino entre nosotros para devolvernos la salud: nuestro Señor Jesucristo. Encontró ceguera en nuestro corazón, y prometió la luz "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (1Co 2,9). La humildad de Jesucristo es el remedio a tu orgullo. No te burles de quien te dará la curación; sé humilde, tú por el que Dios se hizo humilde. En efecto, Él sabía que el remedio de la humildad te curaría, él que conoce bien tu enfermedad y sabe cómo curarla. Mientras que no podías correr a casa del médico, el médico en persona vino a tu casa... Viene, quiere socorrerte, sabe lo que necesitas.

Dios vino con humildad para que el hombre pueda justamente imitarle; Si permaneciera por encima de ti, ¿cómo habrías podido imitarlo? Y, sin imitarlo, ¿cómo podrías ser curado? Vino con humildad, porque conocía la naturaleza de la medicina que debía administrarte: un poco amarga, por cierto, pero saludable. Y tú, continúas burlándote de él, él que te tiende la copa, y te dices: "¿pero de qué género es mi Dios? ¡Nació, sufrió, ha sido cubierto de escupitajos, coronado de espinas, clavado sobre la cruz!" ¡Alma desgraciada! Ves la humildad del médico y no ves el cáncer de tu orgullo, es por eso que la humildad no te gusta...

A menudo pasa que los enfermos mentales acaban por agredir a sus médicos. En este caso, el médico misericordioso no sólo no se enfada contra el que le golpeó, sino que intenta cuidarle... Nuestro médico, Él, no temió perder su vida en manos de enfermos alcanzados por locura: hizo de su propia muerte un remedio para ellos. En efecto, murió y resucitó.

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