sábado, 27 de julio de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Evangelio según San Lucas 11,1-13. 

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos". 
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; 
danos cada día nuestro pan cotidiano; 
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación". 
Jesús agregó: "Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, 
porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', 
y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. 
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. 
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. 
Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. 
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? 
¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? 
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan". 

Leer el comentario del Evangelio por  
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa  
Dives misericordia 8,15

"Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo..."

Cuanto más la conciencia humana, abocada a la secularización, olvida el significado mismo de la palabra “misericordia”, más se aleja del misterio de la misericordia cuando se aleja de Dios. Tanto más, la Iglesia tiene el derecho y el deber de dirigirse al Dios de la misericordia “con grandes gritos” (cf Mt 15,23). Estos “grandes gritos” deben ser característicos para la Iglesia de nuestro tiempo...

El hombre contemporáneo se interroga a menudo, lleno de angustia, sobre la solución de las terribles tensiones que se han acumulado en el mundo y que se complican constantemente entre los seres humanos. Y, si la persona, a menudo, no tiene el valor de pronunciar la palabra “misericordia”, o si, en su conciencia desprovista de todo sentido religioso, no encuentro un equivalente, es tanto más necesario que la Iglesia pronuncie esta palabra, no solamente en nombre propio sino en nombre de todos los hombres de nuestro tiempo. Urge que la pronuncie en una oración ardiente, en un grito que implora la misericordia según las necesidades del ser humano en el mundo contemporáneo.

Que este grito tenga el peso de toda esta verdad que encierra la palabra “misericordia” y que ha encontrado una expresión tan rica en la Sagrada Escritura y en la Tradición, así como en la auténtica vida de fe de tantas generaciones del pueblo de Dios. ¡Con este grito, al igual que los autores sagrados, invoquemos a Dios que no desprecia nada de lo que ha creado, a Dios que es fiel a sí misma, a su paternidad y a su amor!

domingo, 21 de julio de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68


Del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42 La sabiduría de la hermana menor


Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Oración introductoria 

Jesús, así como aquel día entraste en la casa de Marta, hoy también vienes en esta oración a mi vida. Ayúdame a ponerme espiritualmente a tus pies. Quiero dejar de lado todas las distracciones, preocupaciones, ideas y sentimientos que me impidan ponerme a tu escucha. 

Petición 

Jesús, ayúdame a escoger siempre la mejor parte, que es la oración, que es tu Reino, que es tu amor. 

Meditación del Papa 

En la Iglesia, contemplación y acción, simbolizadas de alguna manera por las figuras evangélicas de las hermanas Marta y María, deben coexistir e integrarse. La prioridad corresponde siempre a la relación con Dios y el verdadero compartir evangélico debe estar arraigado en la fe. A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término "caridad" a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el "servicio de la Palabra". Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana. Como escribe el siervo de Dios el Papa Pablo VI en la Encíclica Populorum progressio, es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo. La verdad originaria del amor de Dios por nosotros, vivida y anunciada, abre nuestra existencia a aceptar este amor haciendo posible el desarrollo integral de la humanidad y de cada hombre. (Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2013). 

Reflexión 

Se cuenta que, en una ocasión, un famoso científico alemán quiso realizar una expedición por el Amazonas. Era una eminencia en los diversos ramos del saber. Llegado al Brasil, le pidió a uno de los naturales del lugar que lo llevara en su barca, río adentro. El joven aceptó con gusto. Durante la travesía, el sabio preguntó al joven: ¿Sabes astronomía? No. ¿Y matemáticas? Tampoco. ¿Y biología o botánica? –No, yo no sé nada de esas cosas, señor –le respondió el muchacho, muy confundido—. Yo sólo sé remar y nadar. ¡Qué pena! –le dijo el científico— has perdido la mitad de tu vida. Y guardaron silencio. Al cabo de una media hora se precipitó una tormenta tropical y la barca amenazaba naufragar. Entonces el barquero preguntó al científico: ¿Sabe usted nadar, señor? –No –contestó el sabio-. Y el muchacho, con tono apenado, le dijo: -¡Pues usted ha perdido toda su vida! 

Esta simpática historia nos puede ayudar a comprender que hay cosas buenas y necesarias, pero que no son las más importantes de la vida. Mientras que otras, aunque sean aparentemente menos importantes, son las más fundamentales. En otras palabras, nos descubre el sentido de lo esencial. 

El Evangelio de hoy es uno de los pasajes que a mí más me gustan, precisamente porque nos revela de una manera clarísima el sentido de lo esencial en nuestra vida. 

A Jesús le complacía hospedarse en la casita de Betania porque allí tenía buenos amigos que lo querían, lo acogían con gusto y con quienes pasaba unos ratos de descanso y de familiaridad muy agradables. Lázaro, Marta y María eran amigos y confidentes de nuestro Señor. Marta –la hermana mayor— fungía de anfitriona, de ama de casa, y se multiplicaba para atender lo mejor posible a un Huésped y a un Amigo tan singular. Y la señora de casa hacía todo lo posible por ofrecerle lo mejor y por "lucirse" en el servicio y en las atenciones... "Se multiplicaba para dar abasto con el servicio" nos dice el evangelista. 

Mientras tanto, María, toda despreocupada, "sin hacer nada", se sentaba plácidamente a los pies del Señor a escuchar su palabra. Marta, toda nerviosa y ajetreada, se para entonces un momento y, en tono de queja, le dice a Jesús que le pida a la hermana menor que la ayude en el servicio, ya que ella no alcanza con todo. 

Seguramente esperaba que, ante la petición del Maestro, su hermana se levantaría a ayudarla. Y, sin embargo... ¡le salió el tiro por la culata! No sólo no logró que María le echara una mano, sino que, además, se ganó una dulce reprensión de parte del Señor: "Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas... pero sólo UNA es necesaria –le dice-. María ha escogido la mejor parte, y no le será arrebatada". 

Yo creo que no siempre se ha hecho justicia a Marta. Tal vez hemos pensado que Marta se ganó la "regañina" del Señor porque estaba equivocada. No. Marta estaba haciendo una cosa estupenda, maravillosa: estaba sirviendo al Señor. ¡Qué privilegio! Sin embargo, a pesar de todo, sí tuvo un error, y Jesús no tardó en hacérselo ver. El problema no está en servir al Señor, sino en la manera de hacerlo. Lo que Jesús reprueba no son sus servicios y sus atenciones, sino la agitación, la dispersión, el andar corriendo en mil direcciones y perder la paz del corazón. 

Marta se deja ganar por lo urgente y sacrifica lo importante; se queda con lo accidental y descuida lo esencial; se deja copar por el activismo y olvida la contemplación, la escucha de la palabra del Señor, que es lo que verdaderamente importa. Olvidó que la llegada del Señor a su casa era la gran oportunidad para estar con Él y escucharlo, y prefiere, en cambio, la acción. Pero cae, al mismo tiempo, en la precipitación, en el ruido, en la agitación y el nerviosismo. "La prisa –nos dice Tito Livio en un pasaje de sus Annales- es imprudente y ciega". Marta acoge a Jesús en su casa, pero María lo acoge dentro de su corazón, en su propia intimidad. 

Tal vez incluso Marta quería quedar bien ante el Señor, reservándole lo mejor de sus servicios, pero se quedó en las cosas del Señor; mientras que María escogió al Señor de las cosas y le entregó su ser entero. 
Por eso, creo que habría que preguntarnos hoy a qué damos nosotros más importancia en nuestra vida: al "actuar" o al "ser"; al activismo y a una cierta "herejía de la acción" o a la oración y a la contemplación, que es la condición indispensable para una acción fecunda en el apostolado. Si no tenemos el corazón lleno de Dios, nuestra acción será sólo un ruido vacío y estéril. "Mucho ruido y pocas nueces", reza el proverbio popular. 

No se trata de preferir una de las dos actitudes y de descartar la otra. Hemos de unir las dos dimensiones en nuestra vida, pero insistiendo en lo ESENCIAL: oración y acción, escucha y servicio. Pero siempre, poniendo lo primero en el lugar que le corresponde. Ojalá que a nosotros no nos tenga que llamar la atención nuestro Señor, como a Marta: "Tú te inquietas y te turbas por muchas cosas, pero una sola es necesaria". 

Propósito 

Ojalá que nosotros sepamos, como María, escoger la parte mejor –al Señor- pues nadie nos lo arrebatará. ¡Él es el Único necesario! Todo lo demás nos lo dará Él por añadidura. 

Diálogo con Cristo 

Jesús, gracias por este momento de oración. Quiero permanecer a tus pies, como María, porque mi vida depende de escucharte y experimentar tu cercanía. Dame la gracia de que en mi vida triunfe siempre la gracia sobre el pecado, la fidelidad sobre las tinieblas, el amor sobre el egoísmo, la oración sobre el activismo. Porque sólo si me lleno de Ti, podré darte a los demás. 



sábado, 13 de julio de 2013

Lectura del santo evangelio según san Lucas

                                          manos abiertas
Evangelio según san Lucas 10, 25–37.

25 Se levantó entonces un maestro de la ley y le dijo para tenderle una trampa: 
- Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? 
26 Jesús le contestó: 
- ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees tú? 
27 El maestro de la ley contestó:
- Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 
28 Jesús le dijo: 
- Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás. 
29 Pero él, queriendo pasar por un hombre de bien, dijo a Jesús:
- ¿Y quién es mi prójimo?
30 Jesús le dijo: 
- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos salteadores que, después de desnudarle y golpearle sin piedad, se alejaron dejándole medio muerto. 31 Un sacerdote bajaba casualmente por aquel camino y, al verle, se desvió y pasó de largo. 32Igualmente un levita que pasó por el mismo lugar, al verle, se desvió y pasó de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje, al llegar junto a él y verle, sintió lástima. 34 Se acercó y le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y vino; luego le montó en su cabalgadura, le llevó al mesón y cuidó de él. 35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, diciendo: "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi vuelta". 36¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?
37 El otro contestó: 
- El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo: 
- Anda y haz tú lo mismo.
                                                             "HAZ TU LO MISMO"

" ...El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón..." (Dt 30, 10-14).
" ...En él quiso Dios que residiera toda la plenitud ..." (Col 1, 15-20).

SÍMBOLOS

Manos abiertas.
Aceite - signo curativo.

2.- PALABRA

(Lc 10, 25-37) Prójimo es aquel que se acerca a otro, el que presta ayuda, el que pone sus sentimientos al unísono con otro.

COMENTARIO 
El diálogo inicial entre el maestro de la ley y Jesús sigue muy de cerca el texto de Mc 1228-34. Marcos, sin embargo, nos habla de un escriba y la pregunta que hace es sobre el gran mandamiento de la ley. Lucas, adaptándose quizá a sus destinatarios cristianos de cultura griega, pregunta sobre la vida eterna. La respuesta del maestro de la ley combina dos textos del Antiguo Testamento: Dt 6 4 y Lv 19 18. Pero queriendo pasar por hombre justo plantea una nueva pregunta sobre quién es su prójimo. Para un judío la cuestión tenía una respuesta clara en la ley: es todo miembro del pueblo de Dios (Ex 20 16-17; 21 14.18.35; Lv 19 11-18). Para esta parábola, sin embargo, todo hombre que se aproxima a los demás con amor es el verdadero prójimo, aunque sea un extranjero. De este modo la pregunta primera se invierte y se transforma en: ¿cómo puedo ser yo el prójimo del necesitado? No debemos olvidar aquí que los sacerdotes y levitas, los expertos de la ley, son los que pasan de largo. Sus conocimientos no les sirvieron para responder a la necesidad concreta que se les presentaba. Su corazón no estaba convertido al Dios de la misericordia. Por el contrario la parábola nos descubre que el que tiene el secreto de la vida eterna es, paradójicamente, un samaritano, un extranjero odiado por los judíos (el maestro de la ley ni siquiera se atreve a pronunciar el nombre de "samaritano", Lc 10 37). Es verdad que él no tiene los conocimientos de la ley que tienen los sacerdotes y levitas, pero sin embargo sintió lástima. Tiene un corazón compasivo que sabe expresarse a través de un amor eficaz. En este gesto del samaritano la Iglesia de todos los tiempos reconoce un aspecto fundamental de su misión: la de levantar a todos los hombres y mujeres caídos en los caminos de la historia.

3.- RESUENA LA PALABRA 

Tres verbos marcan el desarrollo de esta parábola que Jesús nos narra: "ver", "acercarse" y "hacer";
La parábola nos indica tres reacciones: "Un sacerdote... al verle, se desvió" (v. 31); "un levita... al verle se desvió y pasó de largo" (v.32); "un samaritano... al llegar junto a él y verle, sintió lástima" (v.33). Para Jesús el amor consiste en una manera de ver..., de mirar abierto, dejando que el otro afecte los sentimientos del corazón, "sintió lástima" (v.33); este hombre con esos sentimientos está "alcanzando la vida eterna" (v.25).
"Se acercó y le vendó las heridas..." (v.34). La cercanía le conduce a una cadena de hechos, de realidades, de auto implicaciones (v.34 y 35): Ha visto, pero no se ha dedicado a "analizar las causas", ni a hacer una filosofía de la marginación, ni a pensar en qué instituciones serían necesarias... Se siente concernido y actúa.
"- Anda y haz tú lo mismo" (v.37). Tanto en el sacerdote como en el escriba faltan estos dos verbos: "ir y "hacer". Ellos "pasan de largo"; "dan un rodeo"... se ocupan oficialmente de las cosas de Dios y pasan por encima del prójimo; se encuentran con Dios, sin necesidad de encontrarse con los hermanos. 
Jesús en esta parábola nos ha trazado el itinerario que hemos de transitar para llegar a "tener vida" (v.25), para encontrarnos con Dios. Ese camino pasa por el prójimo = próximo: verle, padecer con él, detenernos, acercarnos, vendar..., ayudar, poner en común lo que se tiene y lo que se es...; esto es: "Hacer" como el samaritano. En esto consiste la caridad cristiana, en hacer viendo y sintiendo con los hermanos. 

MEDITACIÓN, ORACIÓN DE QUIETUD

PARA LA REFLEXIÓN Y VIVENCIA

¿Qué sentimientos me asaltan al confrontar mi vida con la narración de la parábola de Jesús?
¿Con qué personaje me identifico?
¿Qué actitudes de mi vida debo corregir?
¿Estoy en la buena dirección? 

¿Hago en concreto, con eficacia y con cercanía de corazón?
¿Qué ingredientes he de poner a cuanto hago?
¿Cómo he de mirar a los cercanos?
¿Con quienes me he de detener? 


Mantras 


" Tu Palabra me da vida "
" Haz eso y vivirás "
" Ten compasión de mi " 


4.- PARA EL DIÁLOGO Y LA EXPERIENCIA

Podemos partir para el diálogo de la siguiente frase del texto:


"Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, diciendo: "Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a mi vuelta". ¿Quién de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?" (v.35-36)
¿Cómo se decanta el compromiso cristiano en este texto de la parábola?
¿Hasta dónde ha de llegar nuestro compromiso?
¿Qué vinculaciones hemos de adoptar con los prójimos?
¿Transitorias, estables, permanentes? 


lunes, 8 de julio de 2013

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68

Texto del Evangelio, (Lc 10,1-12.17-20):
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir Él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: ‘Paz a esta casa’. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. 
»Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: ‘Está cerca de vosotros el Reino de Dios’. Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: ‘Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios’. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo». 
Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

La mucha mies y los obreros pocos

La Iglesia se encuentra embarcada en un gran proceso de “Nueva evangelización”. No se trata sólo de repensar métodos y estrategias, sino sobre todo de meditar de nuevo sobre su propia misión, sobre la seriedad de la misma. Es que en ella decide la Iglesia su ser y su fidelidad a Jesucristo. El evangelio de hoy nos ayuda a centrar esta meditación que nos incumbe a todos.

Destaca, en primer lugar, la inmensidad de la tarea. Jesús nos avisa de ello al recordarnos la abundancia de la mies. Se trata del mundo entero, de toda la humanidad, de este mundo y esta humanidad llenos de problemas, tensiones, desequilibrios, injusticias, amenazas, sufrimiento… Jesús mira al mundo preocupado, pero sin pesimismo, con esperanza: no es un campo de batalla, sino un campo sembrado de buena semilla y llamado a dar fruto. La semilla buena está por doquier, no se reduce a un grupo, por ejemplo, el de los creyentes en determinada fe. Todo el mundo está grávido de bien, pues todo él es obra del Dios que todo lo hizo, y vio que estaba bien.

Además están los obreros: son los que ven la semilla buena (pues miran al mundo con los ojos de Jesús) y tratan de que no se pierdan sus frutos. Aquí sí que podemos ver la misión de los creyentes: una misión al servicio de toda la humanidad en lo que se refiere a Dios. La inmensidad de la tarea significa que es una tarea de todos sus discípulos. Jesús nos llama a salir de la pasividad. Esto es esencial para que la nueva evangelización llegue a buen puerto. Nos pide, pues, que adoptemos una actitud activa, que nos pongamos en camino: la misión no es sólo cosa de los apóstoles (obispos, sacerdotes, también religiosos), sino de todos los que creen en él. Los 72 enviados son, podemos imaginar, un grupo heterogéneo de seguidores que habían asimilado el mensaje de Cristo lo suficiente como para convertirse en heraldos suyos. Toda la vida cristiana en todas sus vocaciones y estados de vida es misión, envío, preparación del camino por el que viene Jesús.

No debemos pensar en la misión mirando al pasado: como la recuperación de una influencia perdida, o sólo como la conservación de un legado de siglos pasados, sino como la preparación de un acontecimiento futuro: Jesús está en camino y viene, y nosotros tenemos que preparar esa venida.

La misión no consiste sólo ni sobre todo en comunicar un determinado mensaje, sino en encarnar un determinado estilo de vida, en ser espejos del que viene detrás de nosotros. En las instrucciones que Jesús da a los 72 no se indica sobre todo lo que tienen que decir, sino cómo deben ir, qué actitudes deben adoptar, qué acciones deben realizar. En el preámbulo de las mismas no oculta los peligros que habrán de afrontar. Pero precisamente por ello previene: se van a encontrar lobos, pero ellos deben actuar como corderos: no van a la guerra (por lo que deben abstenerse de medios bélicos), sino en misión de paz. Han de caminar ligeros de equipaje. Siendo heraldos del que no tiene donde reclinar la cabeza, no han de ser las preocupaciones materiales las que los obsesionen. Su actitud ha de ser de confianza en la Providencia. Es cierto que no es posible vivir totalmente descuidado de lo material, y Jesús lo sabe, por eso recomienda unir sencillez y agradecimiento, aceptando lo que les ofrezcan para comer y beber, el salario merecido por los obreros.

La misión es urgente, de ahí la (para nosotros) extraña recomendación de no detenerse a saludar a nadie por el camino. Es claro que no se trata de negar el saludo, sino de no distraerse aquí y allá, en los largos y ceremoniosos ritos de salutación de aquella cultura oriental. Es la misma urgencia de la que nos hablaba el evangelio el domingo pasado. Los que vean pasar de largo y sin detenerse a los discípulos comprenderán que lo que se llevan entre manos es urgente y de gran importancia. Es, pues, una forma más de anuncio. Los cristianos no podemos dar la imagen de gentes dedicadas a sí mismas, sino de personas consagradas (por el bautismo) a una tarea que nos transciende.

Ya hemos dicho que la misión no es bélica, sino de paz. Para comunicar la paz hay llevarla dentro de sí. No se trata de saludar protocolariamente, sino de una forma de presentarse. La paz que se da y se transmite, es la paz que encontramos en el Señor, la paz que él nos deja, la que él no da, como rezamos antes de la comunión. Así pues, para poder dar esta paz tenemos que examinarnos continuamente, ver hasta qué punto estamos interiormente pacificados, de modo que podemos convertirnos en agentes de la paz de Cristo. Es una paz que procede del perdón recibido, de la salvación experimentada, del trato cotidiano con el Señor. Es, por fin, una paz que sana, que no cesa de hacer el bien. De ahí la recomendación de curar a los enfermos. 
Sólo al final se da una breve indicación del mensaje: “está cerca de vosotros el reino de Dios”. Es la cercanía de la persona misma de Cristo que viene. En Él se cumplen las antiguas profecías y promesas. Podemos entender la misión de los discípulos y la nuestra a la luz de la bella utopía de paz, consuelo y alegría soñada por Isaías. En Jesús esa utopía deja de ser un sueño, se convierte en una utopía en acción. Por la misión de los discípulos, por la presencia de Cristo, se abren realmente en nuestro mundo espacios de reino de Dios, relaciones nuevas, modos novedosos de solucionar los conflictos, de responder a las necesidades de los que sufren.

Pero no debemos dejarnos llevar por el color rosa de las utopías. Recordemos que hemos sido enviados en medio de lobos. Aquí nos ilumina Pablo: la misión de Cristo y la nuestra no es una incursión victoriosa, sino una entrega que implica renuncias, hasta la de la propia vida. Así pues, la paz de la que hablamos y la que tenemos que dar procede de la Cruz de nuestro señor Jesucristo: “la paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma”.



Pablo afirma llevar en su cuerpo las marcas de Jesús. ¿Qué significa esto? Se ha especulado sobre la posibilidad de que llevara en manos, pies y costado los estigmas de la pasión. En realidad no lo sabemos, ni tampoco es lo más importante. Lo que importa es que, al hacer propia la Cruz de Cristo (que es lo mismo que unirse a Él), sus “marcas” no pueden no reflejarse en nosotros, precisamente en un estilo de vida marcado por el Evangelio.

lunes, 1 de julio de 2013

¡HEMOS CUMPLIDO EL 4º ANIVERSARIO DEL BLOG! …

Recuerdo cómo empezó todo como si fuera ayer.estaba con una amiga en mi casa una tarde, y le conté que quería crear un blog con un enfoque renovador, espiritual, evangelizador.... Y así fue que lo armamos, sin saber nada ambas de este medio de comunicación: blogs, 
GRACIAS MON!!!!!!!!! 

gracias mil!!!por estar, entrar y ser parte de este proyecto, UN ABRAZO INFINITO SEGUIDORES DEL BLOG! Y UN .....