domingo, 5 de septiembre de 2010

EVANGELIO DE FIN DE SEMANA






EVANGELIO DEL DIA


¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68




domingo 05 Septiembre 2010


XXIII Domingo del Tiempo Ordinario


Hoy la Iglesia celebra : San Lorenzo Justiniano

Evangelio según San Lucas 14,25-33.

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: "Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: 'Este comenzó a edificar y no pudo terminar'. ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por : Juan Casiano (hacia 360-435), fundador de un monasterio en Marsella
Conferencias, I, 6-7


Ofrecer a Dios nuestro verdadero tesoro


Muchos que, por seguir a Cristo habían menospreciado fortunas considerables, cantidades enormes de oro y plata y magníficos dominios, después se dejaron turbar por una lima, por un punzón, por una aguja, por una pluma de escribir... Después de haber distribuido todas sus riquezas por amor a Cristo, conservan su antigua pasión y la ponen en cosas vanas y se encolerizan fácilmente por defenderlas. No teniendo la caridad de la que habla san Pablo su vida está marcada por la esterilidad. El bienaventurado apóstol previó esta desdicha: «Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve», dice (1C 13,3). Es una prueba evidente que por el mero hecho de haber renunciado a todas las riquezas y despreciado honores, la perfección no se alcanza de golpe si no se une a ello la caridad que el apóstol nos describe bajo diversos aspectos.

La perfección se encuentra solamente en la pureza de corazón. Porque rechazar la envidia, el creerse más que los demás, la cólera y la frivolidad, no buscar el propio interés, no complacerse en la injusticia, no llevar cuenta del mal, y todo lo demás (1C 13,4-5): ¿acaso es otra cosa que ofrecer continuamente a Dios un corazón perfecto y puro y guardarlo indemne de cualquier movimiento de pasión? La única finalidad de nuestras acciones y deseos será, pues, la pureza de corazón.

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