En su reflexión sobre la importancia del Espíritu Santo en la Iglesia, prometido por el Señor como consuelo y gracia para todos, el Cardenal resaltó que "no de los hombres frágiles y débiles que conformamos la Iglesia, sino de la presencia del Espíritu en medio de nosotros, es de donde nace la ‘sencilla y respetuosa’ firmeza de la Iglesia que hoy nos ha presentado el príncipe de los apóstoles".
"Los sufrimientos de la Iglesia son paralelos a los de Cristo: no pueden desembocar en la venganza o en la muerte sino en la ‘esperanza’ y en el ‘bien’, pues así como los sufrimientos de Cristo nos llevaron a la victoria sobre el pecado, sobre la injusticia y a la reconciliación con Dios y a la vida según el Espíritu, así la Iglesia debe tener la valentía de dar las razones de la esperanza a todos los que las pidieren".
Esta misión de los católicos, dijo el Cardenal, es una "preciosa aventura para cada uno de nosotros, para cada comunidad y para toda la Iglesia: vivir la vida del Espíritu, de ese Espíritu ‘que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce, pero que nosotros sí podemos conocer, porque habita entre nosotros y está en nosotros’".
Seguidamente descartó que ser discípulo de Jesús sea "aceptar o agarrarse a algo estático, no es levantar muros o echar cerrojos para defendernos de los ataques; no es quedarnos al calor confortable de la norma, de la costumbre, del camino hecho", sino que en realidad ser cristiano es "dejarse guiar por el Espíritu para recorrer los caminos del mundo y descubrir cada día la novedad de Dios, la novedad de la Buena Noticia, de la vida nueva y comunicarla a todo aquel que quiera escuchar las razones de nuestra esperanza".
"Hoy, como siempre, el peligro está en no creer en la promesa de Jesús: ‘Yo les enviaré al Consolador que estará siempre con ustedes’. El peligro está en creer que nosotros somos los que edificamos la Iglesia, que son nuestras estrategias y habilidades las que harán avanzar a la comunidad cristiana".
"Cuando nos dejamos llevar por estos falsos criterios –advirtió– nos encerramos y nos replegamos ante los ataques y los proyectos de los poderosos".
Finalmente explicó que "cuando creemos en la palabra de Jesús: ‘no los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes y permaneceré en ustedes’, entonces con valentía y fortaleza anunciamos ‘lo que hemos visto y oído’, entonces salimos y proclamamos en la plaza pública el nombre del Señor Jesús, entonces nosotros los débiles y pecadores nos sentimos orgullosos de haber sido elegidos para formar la Iglesia de Cristo Jesús".
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