Hoy la Iglesia celebra : San Rubén Jesús Lopez Águilar , San Antonio de Santa Ana Galvao , Santos Crispin y Crispiniano, Beato Carlo Gnocchi
Comentario del Evangelio por : San Gregorio de Nisa (hacia 335-395), monje y obispo La vida de Moisés, II, 231-233, 251-253
« Y al momento recobró la vista y seguía a Jesús por el camino» [Sobre el monte Sinaí, Moisés dijo al Señor: «Déjame ver, por favor, tu gloria.» Y Dios le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi belleza... pero no puedes ver mi rostro.» (Ex 33,18s).] Experimentar este deseo me parece propio de un alma animada por un amor grande hacia la belleza esencial, un alma en la que la esperanza no cesa de dirigir desde la belleza que ha visto hasta la que está más allá... Este petición audaz, que sobrepasa los límites del deseo, no es la de gozar de la Belleza a través de espejos o de unos reflejos, sino cara a cara. La voz divina concede lo que se pide por el mismo hecho de que el alma rechaza otros medios...: la munificencia de Dios le concede el cumplimento de su deseo; pero, al mismo tiempo no le promete el descanso ni la saciedad... En esto consiste la verdadera visión de Dios: en el hecho de que el que levanta hacia él los ojos, no deja jamás de desearle. Por eso él dice: «No podrás ver mi rostro»...El Señor que así había respondido a Moisés, se expresa de la misma manera a sus discípulos, iluminando así el sentido de este símbolo. Dice: «El que quiera seguirme» (Lc 9,23) y no: «Si alguno me quiere preceder». Al que le dirige un ruego relacionado con la vida eterna, le propone lo mismo: «Ven y sígueme» (Lc 18,22). Ahora bien, el que sigue se dirge hacia la espalda del que le conduce. Así pues, la enseñanza que recibe Moisés sobre la manera según la cual es posible ver a Dios, es ésta: seguir a Dios donde Él conduce, esto es ver a Dios... En efecto, al que ignora el camino por donde viajar con seguridad, no le es posible llevarlo a buen término si no sigue al guía. El guía le enseña el camino pasándole delante; el que le sigue no se alejará del buen camino si siempre fija su mirada en la espalda del que lo conduce. En efecto, si se deja ir por algún lado o bien si se pone frente a su guía, seguirá otro camino que no es el que le enseña el guía. Por eso Dios dice al que conduce: «No verás mi rostro», es decir: «No te pongas frente a tu guía». Porque entonces correrás en sentido contrario a él... Ahora ves cuán importante es aprender a seguir a Dios. Para el que así le sigue ya ninguna contradicción del mal se opone más a su camino.
« Y al momento recobró la vista y seguía a Jesús por el camino» [Sobre el monte Sinaí, Moisés dijo al Señor: «Déjame ver, por favor, tu gloria.» Y Dios le contestó: «Yo haré pasar ante tu vista toda mi belleza... pero no puedes ver mi rostro.» (Ex 33,18s).] Experimentar este deseo me parece propio de un alma animada por un amor grande hacia la belleza esencial, un alma en la que la esperanza no cesa de dirigir desde la belleza que ha visto hasta la que está más allá... Este petición audaz, que sobrepasa los límites del deseo, no es la de gozar de la Belleza a través de espejos o de unos reflejos, sino cara a cara. La voz divina concede lo que se pide por el mismo hecho de que el alma rechaza otros medios...: la munificencia de Dios le concede el cumplimento de su deseo; pero, al mismo tiempo no le promete el descanso ni la saciedad... En esto consiste la verdadera visión de Dios: en el hecho de que el que levanta hacia él los ojos, no deja jamás de desearle. Por eso él dice: «No podrás ver mi rostro»...El Señor que así había respondido a Moisés, se expresa de la misma manera a sus discípulos, iluminando así el sentido de este símbolo. Dice: «El que quiera seguirme» (Lc 9,23) y no: «Si alguno me quiere preceder». Al que le dirige un ruego relacionado con la vida eterna, le propone lo mismo: «Ven y sígueme» (Lc 18,22). Ahora bien, el que sigue se dirge hacia la espalda del que le conduce. Así pues, la enseñanza que recibe Moisés sobre la manera según la cual es posible ver a Dios, es ésta: seguir a Dios donde Él conduce, esto es ver a Dios... En efecto, al que ignora el camino por donde viajar con seguridad, no le es posible llevarlo a buen término si no sigue al guía. El guía le enseña el camino pasándole delante; el que le sigue no se alejará del buen camino si siempre fija su mirada en la espalda del que lo conduce. En efecto, si se deja ir por algún lado o bien si se pone frente a su guía, seguirá otro camino que no es el que le enseña el guía. Por eso Dios dice al que conduce: «No verás mi rostro», es decir: «No te pongas frente a tu guía». Porque entonces correrás en sentido contrario a él... Ahora ves cuán importante es aprender a seguir a Dios. Para el que así le sigue ya ninguna contradicción del mal se opone más a su camino.
EVANGELIO DEL DIA 15-11-09
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 15 Noviembre 2009
Trigésimotercero Domingo del Tiempo OrdinarioHoy la Iglesia celebra : San Alberto Magno. COMENTARIO:Cardenal John Henry Newman : El ejemplo de la higuera
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 15 Noviembre 2009
Trigésimotercero Domingo del Tiempo OrdinarioHoy la Iglesia celebra : San Alberto Magno. COMENTARIO:Cardenal John Henry Newman : El ejemplo de la higuera
Evangelio según San Marcos 13,24-32.
En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por : Cardenal John Henry Newman (1801.1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo. «El mundo invisible (La Palabra)PPS, IV, 13
El ejemplo de la higuera Una sola vez al año, pero, ciertamente una vez, el mundo que vemos, hace estallar sus fuerzas secretas y, en cierta manera, él mismo revela qué es. Entonces, aparecen las hojas, los árboles frutales y las flores se abren, crecen la hierba y el trigo. De repente de percibe un impulso y un estallido de la vida escondida que Dios ha puesto en el mundo material. Pues bien, esto nos sirve como un ejemplo de lo que el mundo es capaz siguiendo el mandato del Señor. Esta tierra... un día estallará en un mundo nuevo de luz y de gloria en la cual veremos a los santos y a los ángeles. Sin la experiencia que se ha tenido de lo que ha sido una primavera precedente, ¿quién podría pensar, quién podría concebir dos o tres meses antes cuando el rostro de la naturaleza parecía muerta, que podía llegar a ser tan espléndida y tan variada?... Lo mismo ocurre con esta primavera eterna que esperan todos los cristianos; llegará aunque se demore. Esperémosla, porque «ciertamente vendrá y no tardará» (Hb 10,37). Por eso decimos cada día: «¡Venga a nosotros tu reino!» Que quiere decir: «Resplandece Señor, tú que te sientas sobre querubines. Restáuranos, que brille tu rostro y nos salve» (cf Sl 79,2-3).
El ejemplo de la higuera Una sola vez al año, pero, ciertamente una vez, el mundo que vemos, hace estallar sus fuerzas secretas y, en cierta manera, él mismo revela qué es. Entonces, aparecen las hojas, los árboles frutales y las flores se abren, crecen la hierba y el trigo. De repente de percibe un impulso y un estallido de la vida escondida que Dios ha puesto en el mundo material. Pues bien, esto nos sirve como un ejemplo de lo que el mundo es capaz siguiendo el mandato del Señor. Esta tierra... un día estallará en un mundo nuevo de luz y de gloria en la cual veremos a los santos y a los ángeles. Sin la experiencia que se ha tenido de lo que ha sido una primavera precedente, ¿quién podría pensar, quién podría concebir dos o tres meses antes cuando el rostro de la naturaleza parecía muerta, que podía llegar a ser tan espléndida y tan variada?... Lo mismo ocurre con esta primavera eterna que esperan todos los cristianos; llegará aunque se demore. Esperémosla, porque «ciertamente vendrá y no tardará» (Hb 10,37). Por eso decimos cada día: «¡Venga a nosotros tu reino!» Que quiere decir: «Resplandece Señor, tú que te sientas sobre querubines. Restáuranos, que brille tu rostro y nos salve» (cf Sl 79,2-3).