domingo, 11 de octubre de 2009

REFLEXIÒN DEL EVANGELIO DE Mc10, 17-30

¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
domingo 11 Octubre 2009.
Vigésimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario
Leer el comentario del Evangelio por : San Juan Crisóstomo, (hacia 345-407), presbítero de Antioquia, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia Homilía 63 sobre san Mateo; PG 58,603
« Tendrás un tesoro en el cielo »

Jesús había dicho al joven: «Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos» (Mt 19,17). Él le preguntó: «¿Cuáles?», no para ponerlo a prueba de lo cual no tenía intención, sino suponiendo que para él habría, juntamente con la Ley de Moisés, otros mandamientos que le llevarán a la vida; esto daba prueba de su ardiente deseo. Cuando Jesús le hubo enunciado los mandamientos de la Ley, el joven le dijo: « Todo eso lo he cumplido desde mi juventud » Pero no se detuvo ahí sino que le preguntó: «¿Qué me falta?» (Mt 19,20), lo cual era igualmente signo de su ardiente deseo. No es propio de un alma pequeña darse cuenta de que todavía le falta algo, que le parece insuficiente el ideal propuesto para alcanzar el objeto de su propio deseo. ¿Y qué dijo Cristo? Le propone una cosa grande; primero le propone la recompensa declarando: «Si quieres llegar hasta el final: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». ¿Te fijas en el precio, qué coronas propone para esta cursa deportiva?... Para atraerle le enseña una recompensa de mucho valor y lo deja todo al juicio del joven. Lo que podría ser doloroso, lo deja en la oscuridad. Antes de hablar de combates y esfuerzos, le muestra la recompensa: «Si quieres llegar hasta el final» le dice: ¡ésta es la gloria, ésta es la felicidad!... «Tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme»: ¡ésta es la recompensa, la recompensa enorme de caminar siguiendo los pasos de Cristo, ser su compañero y su amigo! Este joven amaba las riquezas de la tierra; Cristo le aconseja despojarse de ellas, no para empobrecerse en la desapropiación sino para enriquecerle cada vez más.

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