Señor y Padre nuestro, te bendecimos y te glorificamos, porque nunca nos dejas solos, y te manifiestas vivo y presente en medio de nosotros.
Ya en tiempos antiguos guiaste a Israel, tu pueblo, con mano poderosa y brazo extendido a través de un inmenso desierto, y hoy acompañas a tu Iglesia peregrina, dándole la fuerza de tu Espíritu.
Fortalécenos con este mismo Espíritu para que todos nosotros, pueblo de Dios, caminemos alegres en la esperanza y firmes en la fe y comuniquemos al mundo el gozo del Evangelio. Así, por medio de tu Hijo, que nos abre el camino de la vida, llegaremos, a travé de este mundo, al gozo perfecto de tu reino. AMEN
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