La oración de Jesús
A nada que uno abra el evangelio, descubrirá que Jesús era un GRAN
ORANTE.
La infancia de Jesús contada por Lucas hace suponer que pertenecía a una
familia piadosa (cap. 1-2). En el capítulo 4º de este mismo evangelista (v. 16)
se nos dice que volvió a Nazaret, donde se había criado, y como era su costumbre
entró en la sinagoga el día de sábado... Los judíos, en tiempos de Jesús, hacían
oración tres veces por día: al amanecer, a media tarde y al anochecer. Algunos
subían al templo a orar, mientras otros lo hacían en sus casas, lugares de
trabajo, allá donde se encontraban. En dicha oración recitaban el «Shemá» y
el «Thephillab». Hay frases en Jesús -«escucha Israel: el Señor nuestro Dios
es el único Señor ... » (Mc 12, 29-30), «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob... » (Mt 11, 25)- que pertenecen a las oraciones rituales de los
judíos. Todo ello hace suponer que Jesús las conocía, las decía, que había
recibido, por tanto, una educación religiosa.
Pero la oración en Jesús ocupa un espacio mayor que esos tres momentos que
dedicaba todo judío. Hay en el evangelio continuas alusiones que hacen pensar
que Jesús pasaba largas horas en oración. Vemos algunos pasajes citados en
el Evangelio. En Lucas (6, 12) se nos indica que pasó toda la noche en oración
antes de elegir a su discipulado. En Marcos (1, 35) encontramos a un Jesús
que se levanta muy de madrugada y va a orar a un lugar solitario. En Marcos,
asimismo (6, 46) tras la multiplicación de los panes, ordena a sus discípulos
que naveguen hacia Betsaida, mientras él queda en tierra orando. Es el
atardecer. Allá estará hasta bien avanzada la noche, el momento en que Jesús
se acerca a la barca caminando sobre el mar. La oración precede y acompaña
todos los grandes acontecimientos de Jesús: en el desierto, antes de iniciar su
misión (10.t 4, 1-11), antes de la elección de los doce (Lc 6, 12-13), la
Transfiguración (Lc 9, 28-29), Getsemaní (Mc 14, 32-42), la muerte en la
Cruz (Lc 23, 34).
Una mención especial requiere la estancia de Jesús en el desierto. Tras pasar
por el Bautismo de Juan, y donde parece ser Jesús experimenta una mayor
llamada a ejercer la misión mesiánica del Siervo de Dios anunciada por Isaías
(Mt 3, 16~18), Jesús se retira al desierto, donde pasará un largo tiempo
clarificando su vocación mesiánica y la forma de llevarlo a cabo.
MJD
Rep.
Dominicana
Oración - 2
Decíamos antes que Jesús no se limitaba a las oraciones rituales del pueblo, que era mayor el
tiempo que dedicaba a la oración. Jesús presenta en el evangelio una libertad frente a las costumbres
establecidas, aplicable igualmente a la oración.
En su conversación con la samaritana critica la forma cultual
ritual («Llega la hora en la que los verdaderos adoradores no
adorarán al Padre en Jerusalén -en el templo-, sino en espíritu y
en verdad ... » Jn 4, 23), llega incluso a echar por tierra todo e1
montaje del templo (Mc 11, 15~19) y critica la forma hipócrita
de orar de los fariseos (Mt 6, 5). Su misma postura al rezar,
elevando los ojos al cielo, y no como lo hacía la piedad popular
(mirando hacia el templo), es un dato más que revela su libertad
en la oración.
En tiempos de Jesús, cada grupo religioso tenía su oración típica,
una especie de formulario que completase las oraciones
tradicionales. Los discípulos de Jesús, sabiendo que ya lo tenían
los discípulos de Juan Bautista (Lc 11-, l), solicitan a Jesús que
les enseñe cómo tienen que orar los hombres del nuevo Reino
que va a venir. Entonces, Jesús les enseña el «Padre Nuestro»
en la lengua materna (arameo), no en el lenguaje oficial (hebreo).
En esta oración Jesús resume todo lo que constituyó su predicación, comenzando con una invocación
muy propia de Jesús, «Abba» (papaíto). De esta forma Jesús se separa de las costumbres piadosas
no sólo por la forma, sino también por el contenido de su oración.
Los evangelistas que nos presentan continuamente orando a Jesús, sin embargo en muy pocos
relatos nos describen el contenido de su oración, tan sólo en Jn 12, 27-28 (resurrección de Lázaro),
Mt 11, 25-26 (acogida del reino por los pequeños), Jn 17 (oración sacerdotal), Mc 14, 36 (oración
en Getsemani), Mc 15, 34 y Lc 23, 46 (oración en la cruz)
MJD
Rep.
Dominicana
Oración - 2
Apoyándonos en estos textos, y otros
tantos en que Jesús hace alusión a la
necesidad de la oración, podemos
conocer el contenido del mismo, que lo
describimos con estos cinco puntos:
a) La oración es para Jesús expresión
de su verdad, de lo que él «está viviendo»:
da gracias gozosamente al Padre, se
queja de su abandono, llora, grita, suplica por los suyos, alaba y canta a su Padre. por todo lo que está
realizando entre los hombres.
b) Oración dirigida al Padre. Exceptuando la oración en la Cruz, en todas las demás oraciones,
Jesús se dirige a Dios llamándole «padre».
Destaca la familiaridad y confianza con que Jesús se dirige a su Padre. Jesús ve en Dios a un padre
atento al sufrimiento humano, un padre que es amor creador y liberador. Es en la Cruz donde esta
confianza adquiere su grado más alto. Jesús agoniza en un vacío y una soledad dramática. Acude
angustiosamente a Dios pero no recibe ninguna respuesta. Sin embargo, Jesús asume hasta el final su
misión y muere confiado en su Padre (Lc 23, 46).
- Invocar a Dios como Padre supone situarse uno mismo como Hijo ante El. Ser hijo, por otra
parte, significa sentirse partícipe de la misma familia que su padre. Orar como Jesús es descubrir con
gozo y responsabilidad nuestra identidad de hijos de Dios.
- Situarse como hijo ante Dios, exige reconocerse hermano con los hombres. Por eso, orar como
Jesús lleva a crecer en fraternidad, en solidaridad, en perdón.
c) Orar al Dios de los pequeños. Para Jesús Dios no es un Padre neutral, sino alguien que se pone
de parte de los injustamente tratados. Jesús entendió que su Padre le encomendaba una misión de
liberación (Lc 4, 16-21) en favor de los desheredados de la tierra. Por ello Jesús se dirige en la oración
al Dios de los pequeños, de los pobres. Los que oran con el espíritu de Jesús, oran por los pobres y con
los pobres.
d) Buscando la voluntad de su Padre. Jesús se dirige a un Padre
que quiere reinar entre los hombres para liberarlos definitivamente.
Jesús se entrega personalmente a esta causa. La oración de Jesús es
anhelo, búsqueda de ese Reino, búsqueda de la «voluntad de Dios»,
«qué quieres, Señor, que yo haga», la oración del Padre nuestro
«hágase tu voluntad ... », de Getsemaní «no se haga mí voluntad...»
y de la cruz «todo está cumplido ... », son buena muestra de ello.
e) La acción de gracias al Padre, porque su reino de salvación
se está dando ya entre los hombres, constituye otra de las
características de la oración de Jesús. Podemos comprobarlo en la
resurrección de Lázaro (Jn 12, 27-28) y en este otro texto conocido
de Mateo (11, 2526) donde Jesús da gracias al Padre porque su Reino
ha sido acogido entre los pequeños de la tierra.
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