martes, 29 de septiembre de 2009

¡ DISCERNIMIENTO !

Un carisma indispensable para todo renovado en el Espíritu
I ) Introducción
II) El discernimiento de espíritus
Primera Parte
I. INTRODUCCION
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I. INTRODUCCION
Experimentamos durante nuestra vida cristiana, pero sobre todo si hemos emprendido un camino interior de oración, euforias y depresiones, estados interiores de paz o de inquietud, etc, de duración e intensidad variables. Prescindiendo de un origen, debemos saber que todo lo que nos sucede está querido o permitido por Dios para nuestro bien. Sin embargo, para evitar los riesgos que suelen originar estas experiencias, nos conviene aprender a comportarnos en ellas, desarrollando nuestro discernimiento espiritual.
Es conveniente y aún necesario psicológicamente que atravesemos por crisis de consuelos y desconsuelos, por tiempos de consolaci¢n o de aridez, provenientes del propio temperamento y de otras causas.
Dios permite la consolaci¢n y la desolación para ayudarnos a llegar a la madurez de los hijos de Dios, por el ejercicio progresivo de la fe, de la esperanza y de la caridad. Es importante que nos acostumbremos a vivir, desde ahora, m s que de sentimientos, de las virtudes teologales; pues "ahora subsisten tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad; pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1 Cor 13,13).
Pues el amor nos acompañará toda la eternidad. Y sabemos que "el amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener gran desnudez y padecer por el Amado". (San Juan de la Cruz).
"El discernimiento presupone la vida de una Iglesia que está llena de poderes sobrenaturales y manifestaciones de la presencia de Dios. La misma riqueza de la actividad divina hace surgir a la superficie las fuerzas del mal, y es también un campo para la actividad religiosa desviada".(Mons. Vincent Walsh).
En el ambiente mundano de creciente indiferencia religiosa en que vivimos, nadie se interesa en discernir el origen divino, humano o diabólico de las motivaciones o impulsos; pero al cristiano que está entregado a Jesús como SEÑOR de toda su vida le importa mucho precaverse del engaño y percibir con gozo cuándo "es el Señor" (cf. Jn 21,7).
II. EL DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS
"Examínelo todo, y quédense con lo bueno" (1 Tes 5,21).
1. ¿DE QUE SE TRATA?.
Podemos llamar discernimiento o discreción de espíritus al juicio prudente de las ilustraciones (tomas de conciencia) y mociones (movimientos interiores) que experimentan las almas, a fin de distinguir cuáles deben seguirse y cuáles resistirse. La prudencia se tendrá al juzgar la conveniencia o no de cierta actitud, más que al juzgar el origen de esa moción. "El carisma del juicio se basa en la prudencia, y ‚ésta aspira a ir hasta el fondo de las cosas, sopesando bien el valor de los signos y de los testigos. La prudencia humana fácilmente juega a "lo más seguro", y debe ceder el paso a la prudencia sobrenatural, la que no teme reconocer una acción de Dios en y para su Iglesia" (Card. Leo J. Suenens).
"El discernimiento de espíritus es el conocimiento íntimo del obrar divino en el corazón del hombre; es don del Espíritu Santo y un fruto de la caridad (cf. Flp.1, 9-11)" (Ordo Paenitentiae, n§ 10). No es un juego fácil, sino que supone una fuerte preparación espiritual. No se trata de ningún método mágico para descubrir la Voluntad de Dios, sino de un modo de madurar nuestra vida de fe y de vivir según el Espíritu. Discernimiento es todo modo de buscar y hallar juntos la Voluntad de Dios de manera evangélica: con verdad, con libertad, con responsabilidad y con caridad.
El discernimiento puede referirse a nuestra conducta personal, a nuestras actitudes espirituales, al campo de nuestras opciones concretas. Puede también aplicarse a la conducta global de la comunidad cristiana, a los movimientos de espiritualidad y de pastoral, a las tendencias de renovación eclesial, a las diversas ideologías que atraen a los hombres de nuestro tiempo.
También se aplica a las experiencias carismáticas (visiones, profecías, etc.), a las luces y movimientos interiores que orientan a las almas, y a los estados generales de consolación y desolación (de cierta duración).
La importancia de poseer discernimiento se desprende no sólo de la Escritura (ver Mt 7,15; 1 Tes 5,21: 1 Cor 14,20; 1 Jn 4,1-3; etc.), sino de la probada trascendencia que tiene en la vida espiritual el dejarnos guiar dócilmente por Dios (cf,"Mis ovejas conocen mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen", Jn 10,27). En efecto, ¿c¢mo extender la obra de Dios sin conocer sus intenciones?. "Si el Señor no construye el edificio, en vano trabajan los constructores". Hoy más que nunca es necesario escuchar al Espíritu de Dios y colaborar con El en la obra que está llevando a cabo. "Sepan discernir lo que agrada al Señor". (Ef. 5,10), aconseja San Pablo.
A continuación veremos en qué‚ se diferencia el discernimiento como don carismático del discernimiento como fruto de caridad.
2. EL CARISMA DE DISCERNIMIENTO
El carisma de discernimiento es un don gratuito del Espíritu Santo: "... a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu" (1 Cor 12,10).
Santo Tomás lo define como "claro conocimiento de los secretos del coraz¢n de los demás". No sólo juzga sobre el estado actual del hermano, sino también sobre la forma acertada en que debe obrar.
El carisma de discernimiento de espíritus es "una iluminación divina o manifestación del Espíritu Santo por la que una persona conoce cuáles espíritus están motivando o impulsando determinada actuación, para proteger del engaño a la comunidad. Es como un mensaje que viene de afuera; no como que surge de la persona misma. Se forma súbitamente en la mente, espontáneamente, completo. No depende del esfuerzo, la iniciativa o los conocimientos de la persona; es un conocimiento que lleva consigo su propia convicción. No se trata de perspicacia, instinto psicológico o espíritu crítico. Puede venir por medio de visiones, o también por sensaciones o sentimientos agradables o desagradables" (P. Carlos Aldunate, s.j.).
Este don del Espíritu permite conocer CON CERTEZA si un hecho o moción proviene o no del Espíritu de Dios; entre otros, es dado a la comunidad en oración a fin de discernir las manifestaciones del Espíritu. "Es un medio por el que Dios da a conocer el origen de lo que está sucediendo en un grupo, reunión, persona, o en el ejercicio de algún carisma; y esta iluminación se da para provecho del Cuerpo de Cristo. Puede darse en forma colectiva, es la más corriente: el grupo en oración, unido en el Espíritu, siente instintivamente lo que es o no es de Dios" (P. Aldunate, s.j.).
Según Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, "es un cierto instinto sobrenatural que permite sentir la dulce presencia del Santo Espíritu cuando es El quien actúa, o que experimenta la desazón que produce la presencia del espíritu del mal". Pues "nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para reconocer los dones gratuitos que El nos ha dado" (1 Cor 2,12). El Espíritu en nosotros reconoce al Espíritu en el hermano. No se trata de un razonamiento intelectual según nuestra experiencia previa, sino que más bien es una certeza interior (semejante a la inspiración profética): se siente en el Espíritu que algo es o no es de Dios.
3. EL DISCERNIMIENTO COMO FRUTO DE LA CARIDAD
Permanecer en el amor de Jesús significa, entre otras cosas, adquirir experiencia en el ejercicio del discernimiento como ciencia adquirida, que es el juicio prudencial recto que nos formamos acerca de los conflictos interiores de nuestros hermanos, fundado en la Palabra de Dios, la doctrina de la Iglesia y nuestra propia experiencia. Porque "la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, ... y es capaz de discernir los pensamientos y los sentimientos del corazón" (Heb 4,12). Conocer vivencialmente la Palabra es indispensable para reconocer la mano de Dios en la historia y en los acontecimientos, y para no dejarse imponer las falsas salvaciones que propone Satanás. Es frente a la Cruz que se realiza la perfecta discreci¢n de espíritus; los secretos de los corazones se revelan y cada uno manifiesta allí cuál es el espíritu que lo guía.
El discernimiento es, entonces, un conocimiento vivenciado que engloba todas las resonancias emotivas, afectivas e intelectuales, traspasadas por la luz de la Palabra de Dios. "Es la capacidad de penetrar a través de las apariencias exteriores para descubrir en el fondo si el origen de una moción es Dios, el hombre con sus impulsos naturales, o el mal" (Mons Walsh).
Por medio del discernimiento intentamos reconocer la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y la de nuestros hermanos de todo el Pueblo de Dios y tratamos de cooperar con nuestra respuesta. La cooperaci¢n con el Espíritu supone que por la asidua contemplación de la Palabra viviente hemos adquirido ya la mentalidad humana de Cristo, que nos familiariza con la manera de ver y obrar de Dios.
El discernimiento no es nunca obra exclusiva del hombre: el cristiano discierne ayudado por la gracia. La acción del Espíritu se manifiesta en la capacidad de tomar en toda situaci¢n dada, la decisión moral conforme al Evangelio y a la historia de la Salvación. El Amor de Dios en nosotros nos ilumina y capacita para optar por el Reino.
4. LA ACTITUD NECESARIA
El cristiano ha de seguir a Cristo no de acuerdo con sus criterios personales o según la escala de valores de la sociedad, sino según la luz y la inclinaci¢n que proceden del Espíritu Santo. La actitud de los pastores de la Iglesia y la de cualquier cristiano que tome parte activa en la realizaci¢n de la misión del pueblo de Dios ha de ser obediencia al Espíritu de Jesucristo. Unido a Cristo y a la Iglesia, el cristiano ha de discernir el plan de Dios en la creación, en la historia humana, personal y social, y en la vida de la Iglesia.
El discernimiento supone una especial atención a nuestro mundo interior, reflexión, observaci¢n de la vida humana, examen de las motivaciones profundas de nuestra conducta, análisis de nuestros proyectos de vida personal, de nuestras inclinaciones, meditación de la palabra de Dios, comunicación fraternal con otros, etc. Es un ejercicio de fe, una experiencia religiosa, eclesial.
Es difícil sostener la infalibilidad de ciertas inspiraciones internas. Ni siquiera cuando sólo pueden provenir de Dios (como la consolación sin causa precedente, ver regla 2.2. del Apéndice), porque es difícil reconocer si no proceden sólo de nuestro subconsciente; y porque, aunque lo fueran, fácilmente las adulteramos con nuestras experiencias antecedentes o consecuentes. (ver regla 2.8.).
Para discernir la acción de Dios hay que vivir según el Espíritu (ver Rom 8,5-13), llegando a ser espirituales (ver Ef 5,8-11), renovando nuestra mentalidad (ver Rom 12,2), y pidiendo al Señor el don de sabiduría y discernimiento como Salomón (ver Sab 9,1-18 y 1 Re 3,5-15). La actitud espiritual necesaria para hacer un discernimiento incluye: decisión de buscar, hallar y obedecer la Voluntad de Dios, libertad interior, pobreza de espíritu y despojo de los propios deseos o ideas, amor a Cristo pobre y humilde. Es necesario liberar nuestro juicio de la presión que sobre ‚él ejercen nuestras propias pasiones. Es previamente necesaria la conversión profunda del que hace el discernimiento; una conversión que le lleve a superar la propia espontaneidad, los propios deseos y preferencias.
"Usando del mundo como si no lo usaran, llegarán a aquella libertad por la que, libres de todo cuidado desordenado, se tornen dóciles para oir la voz de Dios en la vida cotidiana. De esta libertad y docilidad nace la discreción espiritual, por la que se halla la recta actitud ante el mundo y los bienes terrenos" (Presbyterorum Ordinis, n§ 17).
Cuando el corazón está dominado por el afán de riquezas y placeres, la atenci¢n se aparta de las cosas que se refieren a Dios (Cf.1 Cor 2,14; Mt 6,21). Cuando nuestra vida se orienta plenamente hacia Cristo es normal que todo nuestro ser esté predispuesto a detectar todo lo que nos ayuda a realizar nuestra vocación cristiana o lo que nos aparta de ella.
Una actitud sincera de búsqueda de la gloria de Dios implica una total disponibilidad. No se trata de pretender que Dios apruebe nuestros proyectos, sino de poner por entero nuestra persona y nuestra existencia a su disposición, de entregarnos a El, de seguir a Jesús, según sus deseos (Cf. Mt. 19,16-22).
"Esta disponibilidad no es una indiferencia puramente negativa, sino un deseo de liberarse de todo aquello que se opone a la Palabra de Dios y, en el fondo, la decisi¢n de aceptar con generosidad el misterio de la cruz de Jesucristo (Cf. Mt.16,24; 18,8; Fil. 3,18)". (Mons. Elías Yanes).
5. CRITERIOS BASICOS
Conviene asentar sólidamente en el corazón algunos criterios:
a) Dios es Dios de luz y de paz. Sus inspiraciones y manifestaciones van siempre acompañadas de luz, de orden y de paz: "Dios no es un Dios de confusión, sino de paz" (1 Cor 14,33). La paz de Jesús, no como el mundo la da (cf. Jn. 14,27). Como en la trasfiguración de Jesús, donde Pedro exclama: "Maestro, ­qué bien estamos aquí!" (Lc 9,33).
b) Consonancia con Jesús y su obra. El Espíritu no puede inspirarnos cualquier cosa, sino sólo aquello que deriva de Jes£s y se halla en consonancia con su obra. "El Espíritu de la verdad los guiará hasta la verdad completa, pues no hablará por su cuenta, si no que hablará lo que oiga y les anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes" (Jn 16,13-14). "El les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho" (Jn 14,26). "Nadie inspirado por el Espíritu de Dios puede decir 'Maldito sea Jesús', y nadie puede decir 'Jesús es el Señor!' si no es movido por el Espíritu Santo" (1 Cor 12,3).
Esto significa que el Espíritu Santo nunca va a contradecir a la Palabra de Dios o al Magisterio de la Iglesia.
Santa Teresa de Avila afirma que "es de Dios que vaya conforme a la Sagrada Escritura; y como un tantito torciese de esto, mucho más firmeza tendría en creer que es del demonio. Porque entonces no es necesario buscar señales, ni qué espíritu es, pues está tan clara esta señal para creer que es del demonio, que aunque todo el mundo me asegurase que es de Dios, no lo creería".
c) Frutos buenos. Jesús nos advierte sobre los falsos profetas, dándonos una regla de oro para el que busca hacer la Voluntad de Dios: "por sus frutos los conocerán...Todo árbol bueno produce frutos buenos, y todo árbol malo produce frutos malos... Los podrán reconocer por sus frutos" (Mt 7,16-20). Es buena inspiración la que produce en mí y en los demás el fruto del Espíritu: "amor, alegría y paz, paciencia, afabilidad, bondad y confianza, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo" (Gál 5,22-23).
A veces el fruto o consecuencia de una inspiración se percibe de inmediato, o puede preverse fácilmente de acuerdo a nuestra experiencia o la de algún hermano. Otras veces se hace necesario discernir durante cierto tiempo vigilando c¢mo evolucionan los frutos.
d) Edificación de la comunidad. La acción del Espíritu se dirige siempre a la edificación y unidad de la Iglesia; todo aquello que para o destruye a la comunidad (es decir, vaya encontra del amor mutuo), no es del Espíritu de Dios, por más inspirado o escriturístico que parezca. Basta que el fruto lógico y natural de una determinada orientación sea la disminuci¢n de nuestra fe viva en Jesús, la pérdida de entusiasmo por El, la pérdida o disminución de amor a su Iglesia, para que podamos concluir que el Espíritu de Dios no nos conduce en esa dirección.
Es el Espritu Santo el que "guía a la Iglesia a toda la verdad, y la unifica en comunión y ministerio" (Lumen Gentium, n§ 4). Las enemistades, disputas, celos, iras, divisiones, envidias, provocaciones, escándalos, murmuraciones, rencores, etc. son obras de la carne y especialidades del demonio que debilitan al Cuerpo de Cristo que formamos. "Desde el momento que hay envidias y discordias entre ustedes, ¿no es porque aún son carnales y viven a lo humano?". (1 Cor 3,3).
No siempre se puede encontrar la solución deseable para los problemas; no siempre es posible llegar a una coincidencia de pareceres. Pero siempre es posible crecer en caridad, en comprensión mutua, en mutuo respeto. Siempre es posible la reconciliación (cf. Ef.2,14).
6. EL PAPEL DE LA COMUNIDAD
Todo el proceso de discernimiento es de un orden eclesial, comunitario, aún cuando físicamente estemos aislados. La comunidad tiene un papel especial que jugar en el discernimiento, y en ella ciertas personas pueden tener un papel especial.
En situaciones de cierta importancia el obispo local tiene el cuidado pastoral general, y ejerce un papel decisivo en el discernir. Acerca de los dones extraordinarios, el reciente Concilio recuerda que "el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quiénes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno" (Lumen Gentium, n§ 12). A los Pastores, pues, "toca juzgar la genuina naturaleza de tales carismas y su ordenado ejercicio" (Apostolicam Actuositatem, n§ 3).
Ordinariamente, el juicio prudente y decisivo pertenece a quien ejerce el servicio liberador de la autoridad (pastor, coordinador, animador de oración, etc.), quien procurar que cada miembro exponga su parecer a fin de hallar juntos lo que es Voluntad del Señor. La meta es llegar al consenso (todo la comunidad siente de hacer lo mismo), pero la decisión final y la responsabilidad de sus consecuencias pertenece al que guía, que está asistido para ello de gracias especiales correspondientes a su funci¢n de servicio. La comunidad cristiana se convierte así en el lugar privilegiado del discernimiento.
Los presbíteros o ancianos, "examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos" (Presbyterorum Ordinis, n§ 9). El reconocimiento y el sometimiento a los pastores que el mismo Espíritu puso para apacentar a la Iglesia de Dios (cf. Hch 20,28), es un criterio tradicional en la Iglesia para el discernimiento de los espíritus.
Sin duda, Aquel que guía y edifica un Cuerpo pastoral ordenado jerárquicamente (la Iglesia) no inspirará rebeldía y desobediencia a ese mismo Cuerpo.
Como aconseja San Ignacio, es preciso "tener el ánimo preparado y dispuesto para obedecer en todo a la verdadera Esposa de Cristo nuestro Señor, que es nuestra santa Madre la Iglesia jerárquica".
Ver también las reglas 1.1., 1.2., 2.1., 2.3., 2.6., 2.7. y 2.8.
Otras citas de la Escritura: Sab 7,7; Sal 32,8; Prov 3,6; 14,12; Heb 5,14; Stg 1.16-17 y 3,13-17.
Fin de la primer parte
II. EL DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS
Segunda Parte
III. TRES MOVIMIENTOS INTERIORES
Tercera parte
IV. ESTADOS INTERIORES
Cuarta Parte
V. CONCLUSION
Apèndice

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